Estimulación temprana para bebés

El hombre, a pesar de constituir la cúspide de la pirámide del reino animal, presenta, sin embargo, el periodo más prolongado de dependencia respecto a sus progenitores. La razón es sencilla...

El hombre, a pesar de constituir la cúspide de la pirámide del reino animal, presenta, sin embargo, el periodo más prolongado de dependencia respecto a sus progenitores. La razón es sencilla: el cerebro humano, debido a su complejidad, precisa de mucho más tiempo para madurar que el de ningún otro animal sobre la Tierra.

Tardamos algo más de un año en comenzar a caminar, auténtica piedra angular de su futura autosuficiencia. Las capacidades de un recién nacido se limitan a cubrir las necesidades más básicas: alimentarse, llorar para atraer la atención de su madre y asir fuertemente todo aquello que entra en contacto con sus manos. Este limitadísimo abanico de habilidades responde al estado de total inmadurez que presenta en esos momentos el cerebro.

Pero lo que en principio podría parecer un factor negativo constituye, por el contrario, una enorme ventaja, puesto que aumenta la capacidad de aprendizaje y de adaptación al entorno respecto a un cerebro ya predispuesto a cumplir de una forma concreta las funciones para las que está preparado. Podríamos decir, en este sentido, que el cerebro del bebé es como un libro en blanco, dispuesto a ser escrito.

En este contexto es en el que entra en liza lo que se ha dado en llamar la estimulación temprana, que consiste precisamente en ejercer una serie de estímulos dirigidos a través de ejercicios y juegos –la mayor parte de ellos basados en la reiteración- que potenciarán ciertas funciones cerebrales de interés para un crecimiento más equilibrado, más ágil y, en definitiva, más saludable.

Ejercicios simples como el patrón cruzado, que trabaja la coordinación de la mano derecha y el pie izquierdo para así favorecer un aprendizaje más rápido del bebé a la hora de gatear, refuerza el desarrollo neuronal en las zonas que nos interesa de cara a las futuras capacidades no sólo intelectuales, sino también psicomotrices, sensoriales e incluso sociales del niño.

Si bien los estudios no consiguen confirmar una efectividad cierta de este tipo de ejercicios, sí es cierto que el establecimiento de una rutina opera ciertas mejoras ya no sólo en la calidad del aprendizaje por parte del niño, sino también sobre el nivel de dedicación de los padres y en la calidad de su relación con el niño, lo que en sí ya es un beneficio visible. Visita nuestra sección de Yoga para bebés

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