No se toma sólo a las cinco

El té es la segunda bebida más consumida del mundo. Hay cientos de variedades, pero todas proceden de la misma planta...

El té es la segunda bebida más consumida del mundo. Hay cientos de variedades, pero todas proceden de la misma planta.
Previene el envejecimiento y tiene propiedades anticancerosas. El té ha pasado de ser una bebida estimulante a convertirse en una fuente de salud y es la segunda bebida más consumida del mundo, sólo superada por el agua.

Hace una década, surgieron las primeras tiendas especializadas en esta bebida, y su número no deja de crecer. En ellas se pueden encontrar las variedades clásicas (verde, negro y wolong) con los gustos más dispares (de frutas, canela, chocolate, menta...).

Aunque existen centenares de sabores, todos los tes proceden de una misma planta, la camelia sinensis. A ésta le afecta el clima, la humedad y la altura de la región en la que se cultiva. El proceso de fermentación de las hojas es el que determina la variedad del té.

El mito de la teína

«La teína no existe», afirma Carlos Riaño, catador de té. Como el café, la bebida contiene cafeína aunque sus efectos sean diferentes. Los del café se notan a corto plazo, por eso se dice que excita; mientras que la del té afecta a largo plazo: es estimulante, pero no excitante.

Secretos y variedades

Fuente de juventud...: El té contiene polifenoles, un potente antioxidante que previene el envejecimiento.

... Y de salud: Estos polifenoles contienen flavonoides, sustancias antitumorales.

El té verde: Está sin fermentar. Se obtiene secando las hojas al sol durante una o dos horas. Los mejores proceden de China y su sabor es amargo.

Té negro: Se fermenta y después se seca con aire caliente. Durante este proceso sufre una alteración química y se oscurece. India y Sri Lanka son sus máximos productores.

‘Wolong’: Se calientan las hojas hasta que empiezan a fermentar, por eso se le denomina semifermentado. Las mejores variedades se encuentran en China y en Taiwán.

Una bebida con mucha historia

Los orígenes del té como bebida se encuentran en China, en el año 250 a.C. Sus hojas se utilizaban para condimentar el agua hervida y que ésta tuviera un sabor agradable. Se cree que entró por primera vez en Europa en el año 1610. El puerto de la localidad holandesa de Amsterdam lo recibió. Su consumo en el Viejo Continente creció entre 1720 y 1730. Holanda e Inglaterra fueron los países europeos donde más se consumía.

¿Cómo hacerlo?

«La mejor forma de elaborar un té es con cariño», asegura Riaño. Aunque no está de más seguir algunos consejos para que sepa mejor.
Agua y temperatura: Cuanto más ligera sea el agua –que esté desmineralizada–, mejor. Ésta no ha de hervir, debe estar entre 80 y 90 grados.

Cada uno, su tiempo: Cada variedad de té tiene un tiempo de infusión recomendado. Para los verdes debe ser de unos dos minutos; para el negro, entre cuatro y cinco, y para los semifermentados, entre cinco y siete.

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