Cambiar de trabajo

Un futuro por delante y un pasado lleno de experiencias

Cuando cambiar de trabajo debe ser sólo eso: cambiar de trabajo...

...cómo después de acordado da dolor, cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor. Y, pues vemos lo presente como en un punto s'es ido y acabado, y juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado... Este fragmento de las coplas a la muerte del Maestre Santiago Don Rodrigo Manrique, su padre, nos muestra Jorge Manrique un modo de abordar incluso un cambio en el trabajo, o el cambio de trabajo.

Hasta el siglo pasado, el siglo XX, las profesiones eran para toda la vida. Una profesión era equivalente a un trabajo. Un abogado se formaba en la facultad de derecho con la convicción de que acabaría jubilado a los 65 años como abogado... o juez. Y si esto ocurría con una de las profesiones polifacéticas, no digamos del médico o del funcionario, del profesor o del cura, del sacristán o del cabo, como en la canción "Pueblo Blanco" de Joan Manuel Serrat:

"El sacristán ha visto hacerse viejo al cura, el cura ha visto al cabo y el cabo al sacristán, y mi pueblo después vio morir a los tres..."

En su libro "El Camino del ser", Carl Rogers vaticinaba un futuro próximo en el que las profesiones, los trabajos para toda la vida tendrían una duración media de en torno a los 15 años. Lo que supone que si estamos ya en ese futuro lo habitual sería cambiar de trabajo unas tres veces en nuestra vida laboral. Y digo cambiar en su más amplio sentido.

Pues bien, muchas veces nos encontramos en la encrucijada de cambiar de trabajo, de profesión, que no es lo mismo. Y a veces por obvio lo confundimos. Cuando lo que queramos sea cambiar de trabajo, adelante hagámoslo, pero no nos obliguemos por ello a renegar de nuestro pasado, aún presente. Otra confusión en esta tesitura nos viene al tratar injustamente a nuestra organización en la que hemos estado, convivido, aprendido y desarrollado. Algo parecido a escupir hacia arriba. Al final nos caerá encima.

Dicho tratamiento injusto no es más, a mi modo de ver, que una forma inmadura de afrontar una decisión, o de encubrirla y atrasarla. En cualquier caso, el control de la situación, la decisión del cambio debe residir en nosotros y en nuestra capacidad para abordar nuestro futuro profesional, nunca debemos demonizar por ello a la organización que queremos dejar, aunque sólo sea para no dañar nuestra propia imagen, que es lo que finalmente conseguiríamos.

Así pues, tomada la decisión, debemos marcarnos un calendario, un proceso y un objetivo a conseguir. La decisión es nuestra, el futuro también, no cambiemos el pasado porque lo único que lograríamos si pudiésemos es borrar nuestra experiencia tornándola en olvido, justo cuando más la necesitamos para completar nuestro cambio.

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